Ir al contenido principal

Ruta de los Seismiles: ruta turística por Catamarca


La denominada "Ruta de los Seismiles" es quizás uno de los circuitos turísticos más sorprendentes que esconde la geografía argentina, un lugar ideal para aquellos viajeros amantes del turismo de aventura, de escenarios vírgenes y de la naturaleza en estado puro.

Es así que en la porción de la Cordillera de los Andes meridionales que posee la provincia de Catamarca, se levantan grandes pasos cordilleranos, volcanes y nevados, los cuales poseen una altura superior a los 6000 msnm, por lo que se ha denominado a la zona como Los Seismiles.

Un circuito turístico integrado por 19 volcanes que superan los 6.000 metros de altura sobre el nivel del mar, y ofrece una combinación de pequeños pueblos llenos de encanto y una sucesión increíbles de paisajes para descubrir durante un viaje a esta zona de Argentina.

Entre los seismiles se destacan el volcán inactivo más alto del mundo Pissis de unos 6882 msnm, el volcán activo Ojos del Salado de 6864 m.s.n.m, el Walter Penck de 6658 msnm, Nacimiento de unos 6480 msnm, el Incahuasi de 6640 msnm, San Francisco de 6080 msnm, entre otros.


El circuito comienza 50 km al oeste de Fiambalá por la ruta que lleva a Chile. Si bien se parte desde los 1550 metros de altura y se llega a los 4726 metros, la pendiente es muy suave y los autos no son exigidos en lo más mínimo. Los primeros 45 minutos son sinuosos pero sin precipicios a los costados sino largas planicies que se extienden hasta el pie de los volcanes.

En el trayecto no pasamos por un solo caserío ni pueblo, sino por parajes desolados como aquel de nombre Guanchín, donde están los restos arqueológicos de un poblado diaguita que estuvo habitado entre 700 y 800 años atrás. En la primera parte del trayecto el paisaje es muy árido, aunque se levantan todavía algunos algarrobos solitarios y arbustos como la retama y la jarilla. A la derecha de la ruta corre el río Guanchín, alimentado por los deshielos cordilleranos. Y en La Angostura alcanzamos los 2000 metros, así que desaparecen todos los árboles.

Las montañas son cada vez más variopintas, unas cubiertas de arenisca roja del Paleozoico 280 millones de años y otras muy oscuras por la magnetita oxidada del Ordovícico, todas sin el más mínimo arbusto. A la distancia los cerros parecen cubiertos por un degradé aterciopelado que alegra la desolación de este gran cementerio geológico.


A los 3000 metros llegamos al Valle de Chaschuil, donde comienza a faltar un poco el oxigeno y la vegetación se reduce a su mínima expresión, con algunos pastos duros como el coirón que se levantan unos centímetros del suelo como barbas invertidas. Las montañas más altas siguen sin aparecer, pero al norte ya se divisa el volcán Inca Huasi (6640 metros), que es el primero de Los Seismiles, al cual no perderemos de vista en todo el viaje.

Estamos a mitad del recorrido y a la derecha se ve la cordillera de San Buenaventura, el límite austral de La Puna. El paisaje es cada vez más desértico y cada tanto se cruzan en la ruta burros salvajes y aparecen lagunas con gallaretas, patos cordilleranos y más flamencos.

Las montañas y volcanes mayores comienzan a verse en el paraje Casadero Grande (3600 metros), donde suelen acampar algunos de los centenares de escaladores que llegan cada año a la zona desde todo el mundo, para escalar las cimas de Los Seismiles. En el horizonte aparece el Ojo del Salado, que con sus 6864 metros es el volcán activo más alto del mundo. Y desperdigados en el horizonte se yerguen los volcanes Walter Penk, Nacimiento y Aguas Calientes. El monte Pissis está ubicado justo en el límite con La Rioja. Fuente Argentina.ar

Entradas populares de este blog

Ponchos argentinos

Los ponchos están relacionados con las prendas del gaucho de antaño, y que hoy seguimos manteniendo como prenda tradicional en los pueblos rurales, como abrigo de campo y también por quienes amamos las costumbres campestres. También se puede observar el uso de esta prenda criolla en conjuntos de la música folclórica, en cantantes y sus integrantes músicos. El poncho es un abrigo de diseño sencillo, consistente en un trozo rectangular de tela pesada y gruesa, en cuyo centro se ha practicado un agujero para introducir la cabeza. La tela se deja caer sobre el cuerpo, disponiendo los extremos de manera que permite mover con facilidad los brazos. En Argentina se utilizan también los ponchos de diseño de guarda atada, imprescindibles en lo que se refiere a diseño y cultura tradicional. Estos se realizan con guardas pampa o mapuche e inca, estos últimos recreados en la ciudad de Belén, en la provincia de Catamarca. Cada provincia tiene un modelo particular de poncho, por ejemplo, al pon

Ruta de los Artesanos en el Norte Argentino

Las provincias del norte aún mantienen sus costumbres ancestrales que podremos apreciar en su música, baile, celebraciones como así también en su gastronomía y artesanías. Con el desarrollo del turismo en la región, la artesanía ya forma parte de sus ingresos económicos y como tal se ha trazado la denominado ruta de los artesanos que conecta al visitante con la cultura y producción local. Así, tejidos en lana de alpaca, tapices multicolores, ponchos, alfombras, instrumentos musicales y tallas en piedra y madera son algunas de las artesanías elaboradas con técnicas ancestrales, que se encuentran a lo largo de la ruta.

El Castillo Naveira en Luján

Como es sabido, Lujan es un ferviente destino del turismo religioso en Buenos Aires, con su imponente Catedral, constituye uno de los principales puntos de peregrinación en el país. Pues allí mismo, en la localidad de Luján, se encuentra un bonito monumento histórico, que visto desde afuera, te va hacer recordar al Castillo de Blancanieves en Disney World. Se trata del Castillo Naveira, que data de mediados del siglo XIX.  Quizás para muchos que pasaron por allí, este castillo sea uno de los lugares más misteriosos, ya sea por su excentricidad arquitectónica o por estar prohibida la entrada al público. Breve resumen sobre su historia  Según su historia, su construcción se remonta a 1841, cuando Enrique Beschtedt compra el terreno y contrata a uno de los ocho arquitectos que trabajaron en la Basílica de Luján, el belga Ernesto Moreau para que lleve adelante la obra. Mientras tanto, el hombre y su única hija, Irene, se instalaron en una casona preexistente en la propiedad