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Restaurantes históricos en Buenos Aires


Los restaurantes además de ser un rincón donde dar placer a nuestro paladar, también son una gran muestra de la historia del lugar donde se encuentran. En la ciudad porteña de Buenos Aires por ejemplo aún se conservan varios restaurantes que se desarrollaron a la par de la historia de esta gran urbe, si bien algunos modificados siguiendo las modas, entre algunos de ellos podemos mencionar:


Restaurante del Club del Progreso que data de 1852, en Sarmiento 1.334 


Funciona en el primer club social creado para pacificar el país después de la caída de Rosas. El salón principal es un reflejo de la belle époque: boiserie del techo al piso, parqué de roble, arañas de bronce y una chimenea de mármol. La anécdota: 17 presidentes del Club del Progreso fueron presidentes de la Nación. La yapa: allí tuvo lugar el último encuentro de Leandro N. Alem con sus amigos, antes de suicidarse. Conserva la mesa donde lo velaron, los tapices, la galería de retratos de políticos argentinos y un gomero de más de 100 años.

Gran Café Tortoni del año 1858, ubicado en Avenida de Mayo 825 


Es el más antiguo de todos los bares porteños y un ícono de la ciudad. Tuvo peluquería, un sótano donde cantó Gardel y las primeras mesas en la vereda de la ciudad. El chocolate con churros se sirve en un jarro de cobre, las picadas son las preferidas por los turistas que hacen cola para entrar y sus especiales de lomo van camino a ser clásicos porteños.

La anécdota: al fondo del salón principal, en una mesa escondida a un costado de la entrada que da a Rivadavia, Carlos Gardel solía pasar desapercibido para evitar el acoso de los admiradores. Lo más destacado para ver son los vitraux, la barra, las lámparas estilo Tiffany, las esculturas de Perlotti y las vitrinas con vajilla histórica.

El Imparcial de 1860, en Hipólito Yrigoyen 1201 


Hoy bodegón gallego, nació como fonda en las cercanías de su ubicación actual, donde se servía gallina hervida y puchero de garbanzos. La novedad de la época eran los baños, algo poco común en una casa de comidas. Los clientes son, en su mayoría, familias enteras que vienen a comer puchero mixto y paella valenciana, aún en pleno verano.

La anécdota: después del golpe de Estado de 1966, el presidente depuesto Arturo Illia, un cliente habitual, fue reconocido por la gente en una de sus visitas. Todo el restaurante se puso de pie para aplaudirlo. Lo más destacado para ver son las mayólicas de Benvenuto y las pinturas al óleo.

El Puentecito del año 1873, ubicado en el barrio de Barracas, sobre Luján 2101 esq. Vieytes 


A metros del Riachuelo, este bodegón mantiene un ritmo febril durante las 24 horas. Debe su nombre a un puentecito de madera que estaba cerca, y no al Puente Pueyrredón, como se cree. Supo calmar el hambre de los trabajadores de los frigoríficos y las fábricas de Barracas, y hoy, con 137 años a cuestas, sigue siendo un imán para los amantes de la comida simple, abundante y a precios razonables.

La anécdota: en 1912, Hipólito Yrigoyen dio un discurso desde este lugar antes de ser presidente del país. Y otro radical, Raúl Alfonsín jamás se olvidaba del mozo que lo atendía. Lo más destacado para ver es el entorno fabril, desmejorado por el Riachuelo, que ya estaba contaminado cuando nació El Puentecito.

Confitería y Restaurante Las Violetas de 1884, sobre Av. Rivadavia y Medrano 


Es un orgullo porteño. Fundada hace 125 años y reinaugurada en 2001, después de años de abandono, mantiene los revestimientos originales de madera y las luminarias del siglo pasado. Su gran atracción fue y será la pastelería: el pan dulce es imbatible, igual que las medialunas y el clásico tostado de jamón y queso, además de servicio de restaurante. La anécdota: el poeta-cantor Pascual Contursi y el pianista-compositor José Martinez saldaron sus deudas con Las Violetas con el tango Ivette, en el que los dueños de la confitería en ese entonces, Enrique Costa y Julio Roca, aparecen como compositores musicales.

Lo más destacado para ver son los 12 vitrales franceses de más de 80 años de antigüedad, que forman grandes murales y cúpulas sobre las entradas al local. El conjunto tiene alrededor de 80 metros cuadrados de superficie y es uno de los más importantes del país. Fuente Planeta Joy

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