El Parque Nacional San Guillermo es uno de los valiosos rincones naturales que posee la provincia de San Juan.
Ubicado en el sector más austral de la Puna, cerca de la localidad de Rodeo, el Parque Nacional San Guillermo fue morada incaica en tiempos remotos. Los registros arquelógicos indican presencia humana desde hace más de 8 mil años, donde aún se mantienen edificaciones y tramos del camino del inca.
Sus paisajes intactos, su abundante fauna, una extraña flora adaptada al ambiente de altura y un clima frío y seco que oscila entre los 15° en verano y los 15° bajo cero en la época invernal, hacen de este escenario de difícil acceso, una experiencia de viaje valiosa y única para el turista aventurero.
A lo largo de sus abruptas quebradas, como la de Alcaparrosa, que fracciona el paisaje con su desnivel de 1.100 metros, y entre la cordillera de los Andes y los cordones precordilleranos de sierra de Punilla, donde se extienden los tres llanos de altura, puede apreciarse el deslumbrante espectáculo de cientos de vicuñas que pastan, cuidan de sus crías y conviven de manera pacífica con grandes grupos de guanacos.
Además de vicuñas y guanacos, en el parque habitan pumas que acechan a las manadas de camélidos, sobre todo desde el llano de Los Leones, uno de los puntos de observación más generosos del parque, que lleva su nombre por los abundantes cactus cuyas formas erizadas recuerdan las melenas del rey de la selva.
Desde el mirador también pueden apreciarse grandes grupos de veloces suris o ñandúes cordilleranos.
El parque es también albergue de chinchillones y zorros colorados que aparecen a la vera de un arroyo al que se accede por uno de los pocos senderos peatonales de 900 metros de recorrido y por el que se llega en vehículo de doble tracción desde Los Caserones.
Sobrevolando el terreno de flora basáltica, se perciben bandadas de jilgueros y cóndores que planean las alturas.
Coloridas lagartijas, como el chelco verde, el de cola piche o el San Guillermo, y una flora adaptada a la falta de agua y las frecuentes e intensas nevadas, como achaparrados arbustos, pequeñas hierbas de hermosas y grandes flores andinas, cubren los suelos exigentes de este parque nacional, cuyos llanos, miradores y quebradas sólo pueden ser recorridos con vehículos de doble tracción.
Ubicado en el sector más austral de la Puna, cerca de la localidad de Rodeo, el Parque Nacional San Guillermo fue morada incaica en tiempos remotos. Los registros arquelógicos indican presencia humana desde hace más de 8 mil años, donde aún se mantienen edificaciones y tramos del camino del inca.
Sus paisajes intactos, su abundante fauna, una extraña flora adaptada al ambiente de altura y un clima frío y seco que oscila entre los 15° en verano y los 15° bajo cero en la época invernal, hacen de este escenario de difícil acceso, una experiencia de viaje valiosa y única para el turista aventurero.
A lo largo de sus abruptas quebradas, como la de Alcaparrosa, que fracciona el paisaje con su desnivel de 1.100 metros, y entre la cordillera de los Andes y los cordones precordilleranos de sierra de Punilla, donde se extienden los tres llanos de altura, puede apreciarse el deslumbrante espectáculo de cientos de vicuñas que pastan, cuidan de sus crías y conviven de manera pacífica con grandes grupos de guanacos.
Además de vicuñas y guanacos, en el parque habitan pumas que acechan a las manadas de camélidos, sobre todo desde el llano de Los Leones, uno de los puntos de observación más generosos del parque, que lleva su nombre por los abundantes cactus cuyas formas erizadas recuerdan las melenas del rey de la selva.
Desde el mirador también pueden apreciarse grandes grupos de veloces suris o ñandúes cordilleranos.
El parque es también albergue de chinchillones y zorros colorados que aparecen a la vera de un arroyo al que se accede por uno de los pocos senderos peatonales de 900 metros de recorrido y por el que se llega en vehículo de doble tracción desde Los Caserones.
Sobrevolando el terreno de flora basáltica, se perciben bandadas de jilgueros y cóndores que planean las alturas.
Coloridas lagartijas, como el chelco verde, el de cola piche o el San Guillermo, y una flora adaptada a la falta de agua y las frecuentes e intensas nevadas, como achaparrados arbustos, pequeñas hierbas de hermosas y grandes flores andinas, cubren los suelos exigentes de este parque nacional, cuyos llanos, miradores y quebradas sólo pueden ser recorridos con vehículos de doble tracción.